lunes, 11 de enero de 2016

Destino

Saludos lectores, si es que queda alguno. Ha sido un largo silencio, me disculpo por eso; trataré de resucitar este pequeño espacio de divagaciones. Como podrán suponer por el título del presente post, hoy hablaré del destino o, más bien, de por qué no creo en el destino.




En primer lugar, quiero decir a qué me refiero con "destino" para que entiendan las siguientes disertaciones. El destino, como yo lo entiendo, es un programa, un guión, una historia que todos y cada uno seguimos a lo largo de nuestra existencia y que existe fuera del tiempo, es decir, que pre-existe, que existía antes del tiempo. El destino, como yo lo entiendo, es lo que nos va a pasar a cada uno de nosotros según un plan maestro que ya está escrito (por un demiurgo, un demonio maligno, alguna fuerza cósmica impersonal o lo que quieran creer; tal vez hable sobre esto en otro momento) y que por lo tanto no depende de nosotros, ya que, cuando se escribió, nosotros no existíamos aún.


Ya que he dejado más o menos claro a qué me refiero con "destino", pasaré a explicar por qué no creo en él. No creo en el destino porque no quiero creer en el destino. Listo. Vale, es una explicación muy breve; me explayaré. No creo en el destino porque quiero creer que no existe el destino, y quiero creer que no existe el destino porque quiero creer que existe la libertad. Me explico, si el destino existe, si todas nuestras acciones estaban escritas en un libro intemporal (o supratemporal, el lenguaje tal vez tenga limitaciones), entonces no tomamos ninguna decisión realmente, solo estaríamos siguiendo un guión del cual nada sabemos (ni siquiera si existe); si todas nuestras decisiones estaban predeterminadas, entonces la libertad es una ilusión; seríamos solo títeres, marionetas, impotentes ante una fuerza que nos controla y dirige a su antojo. Si el destino existe, entonces la libertad no existe.



Quiero mencionar que soy anarquista; yo valoro mucho la libertad, la considero un bien supremo. Por lo tanto me niego a creer que no existe la libertad y por lo tanto me niego a creer que exista el destino. Este no es un argumento lógico, soy consciente de ello; ésta es solo mi opinión. Bien podría ser que el destino exista y que la libertad sea una ilusión y que estaba destinado que yo escribiría todo esto; tal vez la configuración de mi sistema nervioso, las conexiones de mis neuronas, las interacciones de mis neurotransmisores, las disposiciones de mis átomos (en interacción con el entorno que ya esta determinado y no puedo controlar) dictaminen mis decisiones y que, dadas esas estructuras que no puedo cambiar, las decisiones que yo tomé, que tomo y que tomaré sean las únicas posibles decisiones que yo (con estos átomos, estas moléculas, estas neuronas) podría haber tomado; tal vez eran, son y serán las únicas decisiones posibles. Tal vez, pero detesto la idea, la rechazo. Prefiero creer que dadas las incertidumbres que la mecánica cuántica ha mostrado, sea posible que el universo (y nosotros como parte de él) tengamos cierto grado de aleatoridad, y que, en esa aleatoridad, existen diferentes posibles decisiones y que, por algún motivo, escogemos una.

Claro que también podríamos debatir sobre qué es libertad y si mi noción de libertad encaja dentro de todo este esquema, pero ese es otro tema, acaso demasiado amplio. Yo solo sé que quiero creer que cada decisión que tomo es importante, que cada una de mis elecciones determina mi futuro, que cada una de mis acciones cuenta. Es por eso que yo creo que cada acción, cada decisión, cada elección, por minúscula o insignificante que parezca; es importante, es valiosa, porque con ellas escribo (escribimos) mi (nuestro) futuro. Es por eso que yo escojo no creer en el destino. Pero como siempre, esa es solo mi opinión; además soy agnóstico y creo que la sola idea de saber si es que existe o no el destino es humanamente imposible. Hasta la próxima estimados lectores. Sean libres.

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